Te sientas frente a esos dos monitores que parecen ojos observando, son tan vacíos a pesar de los colores brillantes que tienen, buscas los correos electrónicos que dejaste pendientes, las cotizaciones, los clientes, las bibliotecas, la información, el mundo virtual, eso que vino a "facilitar" la vida.
Es una buena broma, te sirves un café e intentas mantenerte despierto ante esos ojos que observan. Escuchas música para intentar escapar un poco, pero no puedes evitar ponerte a reflexionar en lo decadente que se ha convertido tu vida, la repugnante rutina que va separando poco a poco tu alma feliz, la va deshojando.
Hace mucho no pasaba, en realidad siempre hay alguien detrás del monitor pero intentas ignorarlo y hoy no se pudo. Esa "cosa" te llama, parece un pequeño espejo que juega a reflejar tu imagen decadente y te dice: "mírate, otro día más aquí", te sigues esforzando para ignorar, pero estalla y comienza a decir cosas horribles de la vida, y te recomienda que lo mejor sería aventarte al metro Pantitlán, te persuade, te acosa, intenta convencerte hasta que de pronto te apropias de la idea y crees que sería una buena opción.
Sales de la oficina, te diriges al anden del metro Pantitlán, todos caminan con caras largas y con prisas, así que nadie se da cuenta de lo que está a punto de pasar. Llega el siguiente metro y saltas... justo antes de sentir el impacto, te despiertas y descubres que sólo se trata de una pesadilla, afortunadamente sigues en la cama, y de nuevo se hizo tarde.
Al menos hay un día más de vida.